La Selección bailó a Brasil, como si fuera fácil: verlos jugar es un placer

Con el mejor rendimiento luego de la consagración en Qatar, Argentina goleó por 4-1 a su rival histórico en el Monumental la noche en que selló la clasificación al Mundial 2026
Ganarle a Brasil está bien, pero enseñarle cómo se juega al fútbol de verdad, con pases de baile de altísimo vuelo técnico, estético y emocional, entra en otra dimensión. La de la felicidad colectiva, un perfume que tiene su punto de encuentro en un estadio en éxtasis y rebota no sólo en este bendito país: va más allá, se extiende como una lección de amor después del amor. Porque estos muchachos que en esta noche inolvidable de marzo de 2025 dibujan esta expresión artística en un Argentina-Brasil por los puntos son los mismos que en diciembre de 2022 se subieron al cielo de este deporte, cuando pareció que no habría más. Y resulta que allí no se había terminado el goce, la vida sigue. Y entonces, mejor que hacer como si nada, ir adelante. La selección argentina encontró, al calor de un público entregado como nunca a su causa, una manera colosal de congratularse por haber sellado el ticket al Mundial 2026, donde defenderá su status de campeón del mundo: aquí y ahora, le volvió a demostrar a su capitán en pausa que él también puede estar feliz. Su legado está asegurado. Sí, fue la noche en que nadie se acordó de Messi. Milagros que este equipo de todos los tiempos es capaz de regalar.
El toqueteo del comienzo del juego fue una pista de todo lo que vendría después. Argentina paseó la pelota durante más de dos minutos sin que Vinicius y sus atribulados compañeros pudieran tocarla, hasta que pasados los tres, ese prodigio inclasificable bautizado Julián Álvarez remató con la voracidad que no lo abandona nunca y estampó el 1-0. Tenía hambre la selección: no solo de ganar, sino de aprovechar la posibilidad histórica de darle una paliza al rival de siempre, al más calificado, aunque en estos tiempos los papeles se hayan invertido. Llegó el segundo gol, de Enzo Fernández, vino algún lujo de Cuti Romero –que luego propició el descuento tras un resbalón- y después el grito de Mac Allister. El estadio exhalaba ese perfume de noche de libro de cuentos. De historias que se contarán en los bares, en las escuelas, en cualquier lado: “Yo estuve”, dirán orgullosos los más de 85 mil testigos.
Giuliano Simeone, un velocista entusiasta fue capaz de darle una lógica más adecuada al resultado con un misil que patentó el 4-1. Un resultado corto, amarrete. Porque la diferencia conceptual, estratégica y espiritual que separa a uno y otro es abismal. Si suele decirse que Brasil es un continente, entonces Argentina es hoy el mundo entero.
