Cinco años de la muerte de Braian Toledo: habla por primera vez su ex pareja, cómo fueron sus últimos minutos con vida

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Braian Toledo

Por primera vez, la tiradora que integró la selección argentina hasta el año pasado, habló sobre el tema en una entrevista: los detalles de los días previos al fallecimiento, con el sello de Braian.

“Aquella noche fue soñada, inolvidable. Tuvimos unas charlas tan profundas, tan increíbles… Mágica te diría. Ya de por sí eso era Braian, una persona que hacía especial cada momento y lo vivía con mucha intensidad. Siempre me recalcaba eso: el presente, el aquí y el ahora, valorar el tiempo… ¿Viste que hoy nos juntamos con alguien y no conectamos? Es porque pensamos que mañana nos vamos a volver a ver. Y quizás no. Bueno, por eso Braian hacía único cada momento”. La reflexión o el recuerdo, entiéndase como quiera, tiene la voz de Sofía Lamarque, de 29 años, hasta hace muy poco integrante de la selección argentina de tiro. Pero también (y es probable que ella elija decir “sobre todo”), la novia de Braian Toledo, el atleta argentino lanzador de jabalina que brilló desde sus inicios pese a la complejidad de su origen e hizo historia (fundamentalmente) en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur 2010 y en los de mayores de Río de Janeiro 2016. El mismo que estaba convencido de esto: iba a ser medallista en Tokio 2020 o en París 2024, en su pico de rendimiento. Sin embargo, la muerte temprana interrumpió los sueños de Braian hace exactamente cinco años, a sus 26, el 26 de febrero de 2020 y a pocos metros del lugar donde había crecido, en Marcos Paz. Y también interrumpió los sueños compartidos con Sofi, quien por primera vez, desde entonces, se sintió con las fuerzas de enfrentar un micrófono y una nota.

La noche de la que ella habla es la anterior a la del fallecimiento de Braian, un pibe siempre ocupado y con mil cosas por hacer, que había determinado, casi como si fuese un guion cinematográfico, que ese fin de semana “no iba a hacer nada” más que compartir tiempo con ella en el departamento de Villa Crespo y relajar con el resto de las obligaciones antes de retomar la rutina el jueves siguiente. “El único finde en el que no hicimos nada por separado”, lo define ella. El martes, por caso, y sabiendo que el miércoles no tenían que levantarse temprano, le propusieron a su entrenador en Argentina, Mauricio Villalba, “salir a dar una vuelta” y paliar las horas de aburrimiento que él, oriundo de Merlo, podría tener en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), donde se alojaba en la semana. Braian, que fue descubierto por Gustavo Osorio, quien lo acompañó por muchísimos años, y que desde hacía un tiempo pasaba entre 6 y 8 meses de temporada en Finlandia para prepararse con el multicampeón Kari Ihalainen, sabía lo que implicaba la soledad. Así, los tres se fueron al Planetario, el lugar favorito de la pareja, y hablaron de las cosas más profundas de la vida. Después, Villalba le confesó a Braian que quería que fuese el padrino de su segundo hijo, que finalmente fue hija. Hoy, la ahijada de Sofi.

Del día siguiente, el miércoles por la mañana, Sofi recuerda a un Braian que la hace reír: revolotea en el monoambiente, va para acá, para allá, pero no pide lo que quiere pedir: “¿Te ayudó en algo?”, lo interpela ella, que estaba preparando un examen de Economía, la carrera en la que a fines de 2024 se graduó como Licenciada en la UBA, con una tesis de 10 y tras lidiar con el fuerte proceso que le implica la ausencia. Definitivamente, había algo: Braian había recibido la listita de útiles escolares que su hermano Nacho necesitaba para empezar las clases, la había anotado en un papelito, y quería ir a Once a comprar lo de Nacho, pero también lo de su ahijada Guadalupe, la hija de una de las primas con las que se crio en Marcos Paz. Cuando volvieron, Brian se fue a hacer unos trámites al Ejército, a donde pretendía ingresar en su condición de atleta y luego iba a pasar por la empresa de un nuevo posible sponsor. De vuelta en el departamento tuvo ganas de aprovechar el tiempo e ir a llevar los útiles para los chicos esa misma noche. Agarró la moto y se fue. Con los regalos en la mochila.

Cada visita de Braian a Marcos Paz, donde tenía su propia casa en construcción al lado de la que había podido darle a su mamá, Rosa Idalgo, y a sus hermanos, Débora y Nacho, estaba repleta de rituales. Primero, unos mates con su prima, charlas, complicidad con los chicos, escucha… Después, lo mismo, pero con su mamá. Más tarde, un café. Sofía Lamarque conocía tan bien a Braian Toledo que hasta puede describir cómo lo saludan en fila todos desde la vereda antes de que se ponga el casco para salir para Capital. Y puede ver también, aunque no lo vea, cómo él le manda ese último mensaje antes de arrancar la moto: “Estoy yendo”. El reloj marca las 22.50. Entre esa última notificación y el mensaje de ella que él no leyó surgirá la desesperación.

“Al final, en esta historia, fue muy rápido todo”, dice Sofi sobre el vínculo de dos años de novios. E instantes después se explaya: “En estos meses es cuando más lo recuerdo porque se me viene a la cabeza ese último año con él. Ya cuando van llegando las Fiestas arranco a acordarme de todo lo que hicimos juntos acá, en Capital, o en Maipú, mi pueblo. Tengo el recuerdo de cada cosa que hicimos en enero y lo que duró febrero. Siempre lo tengo presente, pero ahora lo recuerdo con más alegría. Me costó mucho. Era muy doloroso recordar y quizás solo lo hacía en terapia. O con mi hermana, familia, o algún amigo en común. Es un tema, casi siempre prefiero no hablarlo”, cuenta ahora Sofi, con un poco menos de peso en la espalda. Desde entonces ella, que todo lo compartía con él, atravesó un complejo proceso focalizado en la angustia y por el cual, dice, no durmió de corrido por casi dos años. Pese a la magnitud que ello implica se mantuvo estudiando en la Universidad y entrenando en la selección de tiro. Fue a torneos nacionales e internacionales (insólitamente dando con excelentes resultados aún en ese contexto) e incluso estuvo en los últimos Juegos Panamericanos de Santiago 2023. El día que volvía con el equipo, el avión, que acababa de pasar la Cordillera de los Andes se encontró con fortísimas turbulencias: sintió de nuevo la cercanía de la muerte. Y le puso punto final (o suspensivos, porque no está segura de que nunca más vaya a volver a tirar) a su carrera como deportista. Sintió que todo eso era demasiado esfuerzo. Deportivo, pero sobre todo psíquico y emocional. El deporte es aún hoy para ella, sinónimo de Braian. Lugares, personas… Demasiado en común.

“Si bien sé que esta es una fecha especial, yo siempre lo tengo te presente. Es la fecha inamovible de un día trágico y a la vez muy especial. Pasaron muchas cosas previas a su muerte, después entendí que tenían que ser así. Esa noche me sentí muy acompañada, él estuvo conmigo desde el primer minuto. Hoy lo pienso y no sé cómo me sostuve, cómo hice los días siguientes para sobrellevar todo. Fue una locura. Te diría que me siento más débil que en ese momento”, subraya en un alto de su relato al detalle que es escalofriante: solo ella sabe lo que sintió entre que salió a buscarlo y llegó al lugar en el que le dieron la noticia que no quería escuchar, pasada la medianoche. Sin embargo, la vida de Sofía ya transita nuevos lugares: consiguió su primer trabajo gracias a la profesión en la que se graduó y eso la tiene ilusionada. Con el lema de ponerle a todo “máximo esfuerzo”, la enseñanza que Braian no paraba de repetirle, pudo. Y finalmente asumió lo que dice, esquivó (tal vez inconscientemente) por años: el duelo. Con todo lo que ello conlleva.

-A Braian le gustaba llamarse infinito, ¿sabés por qué o dónde se originó?

-No sé bien dónde se originó, pero sí, todo el tiempo hablaba del infinito. Para él no había límites… Límites para lanzar (la jabalina), pero también lo llevaba a la vida. Es darlo todo. En nuestras charlas diarias o cuando me ayudaba en algo y me motivaba me decía: “Máximo esfuerzo”. Así era Braian. Cuando hablaba con alguien, con cualquier persona, primero se focalizaba en escuchar, escuchaba un montón porque decía que en su momento, cuando él no tenía nada, lo que más necesitaba era que alguien lo escuche y aconseje. Contar tus necesidades y que la otra persona te pueda dar una mano, ayudar con algo para estudiar o con un trabajo, para hacer deporte, para él era muy importante. Entonces, con cualquier persona que hablase, sea del rango que sea, él daba el consejo de hacer lo que te gustaba y siempre te alentaba a ir por más, que no te quedes, que no te conformes y después, ayudes. Por caso yo ahora, que tengo mi primer trabajo, con mi primer sueldo debo ayudar. Y así va a ser.

-Con todas las carencias que tuvo llegó a lugares impensados y deportivamente fue excelente, es una leyenda pese a que se fue muy joven. Sin embargo, nunca habló de su historia desde el lugar del resentimiento. ¿Qué pensás de eso?

-Rompió con todo. Y es real que fue lo contrario al resentimiento. Deportivamente fue inmenso. Su marca de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur 2010 todavía sigue vigente como récord Mundial Junior (81,78 metros con jabalina de 700 gramos, a los 16 años) y su entrenador Kari, que es una eminencia, dice que quizás nadie lo pueda romper nunca, o que si sucede, será de acá a mucho tiempo. Lo más fuerte de él en cuanto a lo deportivo es que haya llegado con el hambre que atravesó. O sea, no tener para comer. La alimentación es fundamental para cualquier chico, para cualquier persona, pero más para un deportista y su deporte… Es mucha exigencia, gimnasio, pesas… Y él empezó así, con poco y nada y fue creciendo corporalmente, era inmenso. Para mí eso es lo más llamativo de sus inicios, cómo pudo a pesar de todo lo que le faltó. Y después, que él aprovechaba cada oportunidad, cada cosa que se presentaba la hacía para aprender. Siempre fue muy curioso. El no sabía inglés, pero fue a Finlandia y al poco tiempo ya hablaba inglés muy bien, aprendía muy fácil, era muy predispuesto.

-¿De dónde sacaba esa manera tan clara de ver la vida?

-El solo se daba la fuerza, él solo se construía su propia fortaleza. Me ha contado cosas en las que yo pensaba: “Wow, cómo hacía para pensar así, para no cambiar tu mentalidad”. El, al contrario de guardar resentimiento, siempre decía que si volviera a nacer elegiría el mismo camino y la misma vida porque todo lo que tuvo que pasar sin querer le ayudó a ser quién era. Y en cuanto a nuestra relación siempre me decía: “Sofi, todo lo que vos hiciste antes antes de conocerme a mí, sea lo que sea en tu vida, te llevó a que hoy estemos juntos”. Planteaba que siempre hay que ser agradecido de lo que toca, del camino, de tu historia, todo pasa por algo, y siempre hay que sacar lo mejor de eso.

-¿Es verdad que tenía muy buen humor y se ría de sus propias limitaciones? Por ejemplo, llegar a Finlandia sin saber nada de inglés.

Sí (risas). No sabía pero se animaba igual, en los viajes interactuaba e iba aprendiendo. Por ahí me llamaba para hablar en español porque estaba estresado de intentar entender y darse a entender, pero tenía un aprendizaje y unas ganas… De hecho, había empezado a trabajar en una empresa y quería estudiar Administración. Me dijo: “Arranco por la práctica y más adelante, cuando pueda me acomodo”. Estaba a nada de los Juegos Olímpicos de Tokio (finalmente se hicieron en 2021, por la pandemia) pero él quería seguir estudiando. Pensaba en todo, todo el tiempo. En crecer, en mejorar, pero a la vez, nunca se olvidaba de sus raíces, eso fue algo que pasó hasta el último día.

-¿Alguna vez te habló de dejar un legado, sabés si lo pensaba?

– Sí, todo el tiempo me hablaba de eso, de dejar algo, del legado, él ya sabía que era alguien importante para los chicos más que nada. El lo tenía muy presente, por eso es que siempre iba a dar charlas a los clubes, o a donde sea. Sabía que tenía mucho para enseñar con el simple hecho de contar su experiencia. Pero sí, siento que se quedó con ganas de hacer muchas cosas. Todo lo que hacía, hasta el momento, era con ayuda, obviamente de su sponsor. El decía: “Bueno, arreglo este contrato si una parte la destinamos a ayuda, sino no”. El más que nada se trataba de enfocar en los chicos, en los jóvenes que es la etapa por ahí más difícil, el inicio, donde todo cuesta mucho. Y no sólo en el deporte: “¿A vos te gusta la música? Listo, metele por ahí, seguí…”. Yo realmente sentía que él tenía algo especial, todo el tiempo le llegaban personas o cosas para hacer, para ayudar. Siempre soy atenta y todo, pero no como él, la verdad. El veía mucho más allá.

-¿Cómo te gustaría que se lo recuerde? Hoy a cinco años, pero también en todos los que vengan.

-Su legado es todo lo que hizo desde el deporte. Justamente es conocido por eso, pero a su vez trae consigo toda su personalidad, todo lo que desarrolló como persona, que tiene un montón de valores y enseñanzas para cualquiera. Para mí, con el simple hecho de recordarlo y contar un poco su historia, ya es un montón. Todo o que se haga va a ser bienvenido, nunca se va a olvidar, de mi parte siempre va a estar presente y si bien ahora no estoy pudiendo, estoy segura que más adelante me gustaría pensar bien algún proyecto o algo para hacer como a él le hubiera gustado. Por el momento hay muchos lugares que lo tienen muy presente, ya sea con murales, los polideportivos, centros de educación física que llevan su nombre, que parece que no pero eso ayuda muchísimo porque hoy él ya no está más en el día a día, pero cuando una persona llega al club y ve ese mural, una foto o lo que sea, pregunta… Y ahí le cuentan… Es como una cadena. Entonces siempre va a estar presente. Su nombre, su imagen… Para que no se olvide.

-¿Lo definirías en una sola palabra?

Infinito. Sin dudas. Aunque para mí son dos: amor infinito.

Un talento único y un corazón aún más grande

Entre lamentarse y creer, Braian Toledo jamás tuvo dudas. Pudo haberse detenido en las carencias y en la queja, conformarse con poco, agachar la cabeza. Pero no le pasó: tenía las convicciones bien firmes. Y el camino trazado de por dónde quería transitar. Por eso en la mañana previa a la Navidad de 2020, cuando se fue del departamento que compartía con Sofía y le pidió que compre cosas ricas para la cena de celebración que iban a compartir con la familia de él, ella no se sorprendió. Como tampoco lo hizo cuando al pedido le agregó otro: “Comprá exactamente lo mismo para el señor que vive en la esquina”. La esquina era la calle y Braian Toledo el atleta que creía como nadie en el poder de multiplicar. Otra vez, salió a correr abrigado hasta la cabeza porque era un día de muchísimo frío. Volvió en calza y apenas un chaleco. La primera reacción de ella fue creer que le habían robado. No, no le robaron. Le regaló todo a un hombre que encontró debajo de un puente, incluso sus zapatillas. A veces, Braian tomaba toda la responsabilidad para asumirla él solo: ayudaba en silencio a merenderos, comedores, a cualquier vecino…

Nacido en Quilmes y criado en una humilde vivienda de Marcos Paz a la que él llamaba casilla, Braian Toledo se erigió como una leyenda del atletismo argentino en muy poco tiempo. No había llegado al pico de rendimiento con el que soñaba cuando el 26 de febrero de 2020 la muerte lo encontró en las cercanías de su familia y después de accidentarse con su moto por la falta de señalamiento de un nuevo lomo de burro instalado sobre la ruta 40, irónicamente en un lugar que él conocía como pocos: había ido a llevarle útiles escolares a su hermanito y a su ahijada.

A los ocho años, una noche descubrió a su mamá Rosa llorando y la obligó a decirle por qué lo hacía: un rato después ella le confesó que no sabía qué iban a comer al otro día. El, absolutamente inocente pero también elegido, le prometió que las iba a sacar de la pobreza y le iba a comprar una casa. Todavía ni sabía lo que era una jabalina. En ese tiempo, más o menos, River había captado su talento de futbolista, pero la oportunidad quedó trunca: no tenía con qué pagar un viático para ir a las prácticas. Ya más grande, cerca de los 12, llegó un día feliz a la casa a contarle a Rosa que el fin de semana iba a competir en un torneo de atletismo en el Cenard. De nuevo, ella entre lágrimas le dijo que no tenía dinero para darle. Entonces solo había dos pesos en la casa, lo suficiente para comprar pan y leche. Braian le dijo que no se preocupe, que podía pasar el día en el torneo sin comer. Viajó en moto de Marcos Paz a Capital con su entrenador Gustavo Osorio y cuando llegó, con mucho frío, metió la mano en los bolsillo y encontró los dos pesos. También allí juró ayudarla.

En la escuela Braian Toledo era el mejor alumno. Alguna vez contó que parte de la dedicación que le ponía al estudio tenía que ver con que esperaba que su mamá se pusiera contenta y lo abrazara. Que necesitaba que lo abrazara. Con el tiempo entendió que la rudeza de aquella mujer tenía que ver con la vida que le había tocado y nunca, ni siquiera, se animó a cuestionar la crueldad que él, como niño, sufría sin merecerlo. Para ayudarla, le completaba los cuadernos y carpetas a sus compañeros, a los que les cobraba 25 centavos y con eso compraba comida. Apenas más grande, cuando empezó a crecer como atleta y darle mejor calidad de vida a los suyos, dejó de poner el colchón de las camas de los hoteles en el piso (así dormía en la casilla) y sentir culpa por el confort. Solo entonces, cuando Rosa, Débora y Nacho tuvieron asegurado techo y comida, pudo empezar a disfrutar de lo suyo y viajar tranquilo por el mundo. Siempre queriendo volver a Marcos Paz.

La jabalina cambió su historia. Aquel día de frío y primer torneo en el Cenard fueron la puerta de entrada grande a ese mundo que Gustavo Osorio lo invitó desde que lo vio en la clase de gimnasia de la escuela, un sabor que siendo muy pequeño conoció en los Juegos Evita. Los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2010 fueron, en cambio, su carta de presentación al mundo. La medalla de oro de Brian en Singapur fue la primera para el atletismo argentino en 62 años. Fue olímpico en mayores en Londres 2012 y en Río de Janeiro 2016 se metió en otra final histórica. Todo ello sin contar sus podios y definiciones en Sudamericanos, Iberoamericanos, Mundiales y Nacionales. Ni sus plusmarcas. Tenía tres sueños: ser campeón olímpico, mundial y lanzar más de 90 metros. Le habían enseñado que la madurez de un lanzador llegaba a partir de los 28 años.

Vanesa Valenti (Especial LN).

 

 

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