44 paros nacionales desde el retorno de la democracia: 28 fueron a presidentes no peronistas

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Con el paro general convocado para este jueves 9 de mayo, serán 44 los paros realizados desde el retorno a la democracia. De ese total de paros nacionales, 28 paros generales se concentraron en cuatro presidentes no peronistas (Alfonsín, De la Rúa, Macri y Milei), dos de ellos con mandatos parcialmente ejercidos, uno con mandato completo, y el restante con el mandato apenas estrenado. En cambio, 16 paros generales se llevaron a cabo durante las gestiones de cinco presidentes de origen peronista: Menem (2 mandatos cumplidos), Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner (2 mandatos cumplidos), y Alberto Fernández, que sumaron en conjunto seis mandatos regulares más un mandato especial por la crisis del 2001. En términos porcentuales: 63.7% (a fuerzas no peronistas) versus 36,3% (a fuerzas peronistas).

Teniendo en cuenta la secuencia histórica, durante los siete mandatos peronistas -en 28 años de gobierno-, los presidentes de ese signo recibieron 16 paros generales, a razón de 2,29 paros por gestión presidencial. Mientras que, en los 4 mandatos no peronistas –en 12 años de gobierno– (con uno apenas comenzado -Milei-) los presidentes de esas fuerzas recibieron 28 paros nacionales, a un promedio de 7 paros por gestión. El informe muestra, también, que tomando en cuenta los años de cada tendencia en el poder, 28 años de gobiernos filo peronistas versus 12 años de fuerzas no peronistas, los paros generales se llevaron a cabo a razón de 0,57 paros por año para los primeros, mientras que ese parámetro se incrementa sustancialmente a 2,33 paros por año para los segundos. En otras palabras, mientras a las fuerzas peronistas el sindicalismo le realizó un paro cada dos años, a un no peronista -en ese mismo periodo- le realizaron casi 5. Javier Milei recibe su segundo paro general con apenas 5 meses de gestión, por lo que parece acompañar esa marca o incluso incrementarla.

El presidente Javier Milei se constituye -hasta ahora- en el que ostenta el peor récord al tener un promedio de un paro cada 75,5 días de gobierno, desplazando a De La Rúa que es quien llevaba la peor marca, al recibir en promedio un paro cada 92 días, seguido de Alfonsín con un paro cada 157 jornadas.

“Además de haber recibido el primer paro general más rápido en la historia de la democracia (a 45 días de iniciado su mandato), Milei comparte el podio -por escasa diferencia de días- con los Presidentes que sufrieron el segundo paro más rápido en democracia desde iniciada su gestión. Encabeza Fernando De La Rúa, quien sufriera la segunda medida de fuerza a escasos 147 días de empezado su gobierno, seguido de Eduardo Duhalde que sufriera su segundo paro nacional a 148 días de su asunción, completando Javier Milei que recibe su segundo paro general  a 151 días de comenzado su mandato”, explica Marcelo Bermolén, autor del informe y profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral.

Respecto a la convocatoria para el paro 44 desde el retorno a la democracia, Bermolén destaca dos factores: en primer lugar la particular realización de una huelga general en mayo, un mes tradicionalmente festivo en el que se celebra la gesta patriótica de 1810 y, en segundo lugar, la urgencia, celeridad y hostilidad de la convocatoria. En ese sentido, según muestra el informe, ningún presidente peronista (electo por mandato popular) recibió paros generales durante el mes de mayo. En cambio, todos los presidentes de gen no peronista recibieron paros durante el mes de mayo en alguno de los años de sus mandatos: el segundo paro general a Raúl Alfonsín fue el 23/05/1985; el segundo paro general a Fernando De la Rúa fue el 05/05/2001; a Mauricio Macri le realizaron el último paro general de su gestión el 29/05/2019. La excepción fue Duhalde, de signo político peronista, quién, investido por la Asamblea Legislativa para ejercer la presidencia, tuvo dos paros generales durante mayo con una semana de diferencia (22/05/2022 y 29/05/2002).

Luego del primer paro y perspectivas a futuro

Por otra parte el informe destaca el lenguaje desestabilizante y amenazante de algunos dirigentes sindicales previo y de manera posterior al primer paro en medios de comunicación y cómo esa presión logró un trámite favorable al amparo judicial que frenó las disposiciones del DNU 70/2023, el rechazo del Senado de dicho decreto de necesidad y urgencia, y que la reforma laboral se redujera de 60 artículos a 15 en la nueva versión de la Ley Ómnibus, así como el retiro del Banco Nación de la nómina de entidades privatizables aprobada por Diputados en la versión definitiva de la mencionada ley.

“Este juego de amenazas, dureza y tensiones, ha demostrado ser parcialmente efectivo, por lo que todo el arsenal sindical se dirige al Senado de la Nación a fin de presionar a los senadores (propios y ajenos). El paro del 9 de mayo se constituye en un test decisivo -y una batalla profunda- por la suerte de Ley Bases (para el gobierno) y la aprobación de las reformas (para el sindicalismo)”, sostiene Marcelo Bermolén.

En cuanto a perspectivas a futuro, según el informe, dado el contexto legislativo por el debate de la Ley Ómnibus, las medidas cautelares en contra del DNU 70/23, los proyectos de reforma del Estado y de reforma laboral, la difícil situación económica y social que atraviesan varios sectores de la sociedad argentina y la debilidad parlamentaria del oficialismo, cabe esperar, desde el sindicalismo, reacciones más parecidas a las que sufriera Raúl Alfonsín quien -con propuestas del mismo tono en materia sindical- se constituyó en el presidente argentino con más paros generales de la nueva democracia (13 en menos de seis años de gobierno). “No obstante, la secuencia de paros generales sufrida por Javier Milei -hasta el  momento- se parece en mucho a la que atravesó Fernando De la Rúa al comienzo de su mandato. Aunque el contexto parece diferente, al contar el actual mandatario con apoyo de una porción importante de la sociedad y exhibir el sindicalismo cierta flaqueza. Además, los datos duros preanuncian una mayor beligerancia sindical hacia un presidente no peronista con propuestas reformistas, ante una CGT resistente a los cambios o adecuaciones normativas. Con tendencia a repetir comportamientos de las décadas de los 80 y 2000”, concluye Bermolén.

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